Casi tres de cada cuatro jóvenes mexicanos padecen la mayor parte de su tiempo un sentimiento: tristeza.
Así lo respondieron en la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud: la nostalgia invade a quienes construirán nuestro porvenir.
La felicidad se ha ido alejando de nuestros jóvenes a golpe de desengaños. ¿Por qué habría de ser diferente?
La realidad de millones de familias es abrumadora. La violencia dentro de casa no es una excepción: es un paisaje. El abandono escolar registra las más altas tasas. El país ha quedado a deber 4.2 millones de empleos que ellos, los jóvenes, demandan prioritariamente.
La tasa de asesinatos golpea, precisamente, a una juventud extraviada. Las jóvenes son sometidas a abusos, a desapariciones, esclavitud o muerte.
El consumo de sustancias ha crecido y genera, entonces, un círculo vicioso en donde se enreda la frustración, la euforia y la depresión.
La pandemia y el confinamiento vinieron a exacerbar el sentimiento de abandono.
Tomar en serio estos hallazgos debería ser una prioridad nacional: de los gobiernos y las familias; de las empresas y de la sociedad civil organizada.
La encuesta es una radiografía de lo que seremos en el futuro. Octavio Paz alertaba ya la raíz profunda del mexicano extraviado en un laberinto: el de su soledad. Pero por muchos años, las y los mexicanos reportaban felicidad pese a la desdicha.
Eso se acabó.
Necesitamos recuperar la paz en su más amplio sentido: física, espiritual, intelectual. Debemos dar a nuestra vida colectiva un nuevo sentido y una nueva solidaridad.
Hay una epidemia de tristeza, diría Sabina, en nuestro país. Sabemos cómo terminará.
Todos los finales, alerta el poeta, son el mismo, repetido.
La tristeza sin control termina en suicidio. O actuamos o veremos darse al país un tiro en la sien.
@fvazquezrig
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