En un mismo lugar y en un mismo tiempo, vivimos dos realidades: por un lado, en el mundo de las encuestas y los estudios demoscópicos la alcaldesa de Veracruz aparece como la cuarta mejor evaluada a nivel nacional.
Los datos de Consulta Mitofsky le otorgan una aprobación de 56.9% que la ubica como una de las gobernantes municipales con mayor porcentaje de aprobación.
Sin cuestionar la confiabilidad y veracidad del estudio de Mitofsky, llama la atención que el resultado contraste con un amplio sentir de la población en Veracruz, población que sufre y exige solución a problemas específicos:
Estos temas lastiman y afectan la calidad de vida de los veracruzanos, por ello, llama la atención que las encuestas no reflejen la realidad del ciudadano de a pie, del que es víctima de extorsión, del que ve lastimada su economía y su patrimonio con calles deterioradas y con múltiples baches, del que vive con temor a ser asaltado por falta de alumbrado en su colonia, del que sufre del acoso, abuso y extorsión de tránsitos.
En mi opinión, esta disociación está basada en el muy buen trabajo de relaciones públicas y comunicación que realizan en el gobierno municipal, la relación que han establecido con los principales medios de comunicación, blindan la figura de la presidenta municipal y encubre la cruda realidad de la ciudad.
Estamos ante una paradoja, para no entrar en sesgos políticos me limitaré a señalar las dos circunstancias, que cada quien saque sus conclusiones a partir de sus propias realidades.
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