En el Puerto de Veracruz solo hay un taller para reparar sillas de ruedas, el cual es atendido por Miguel Guzmán Ochoa, un hombre discapacitado que supo reponerse a la adversidad de haber perdido ambas piernas tras sufrir un asalto cuando maneja un camión de carga.
En un rincón de la avenida Miguel Ángel de Quevedo, en la zona norte de la ciudad, Miguel encontró su propósito y pasión en la vida al reparar sillas de ruedas para los que dependen de una para moverse, esto después de haber superado trágicas circunstancias a lo largo de su vida.
Originario del estado de Oaxaca, Miguel Guzmán Ochoa vivió una experiencia que marcó su vida para siempre. En el año 1987 fue asaltado cuando viajaba hacia Monterrey mientras fungía como operador de transporte de carga.
Actualmente, en datos proporcionados por Overhaul, durante el primer trimestre de este 2024 en México se registraron cerca de 5 mil 140 robos a transporte de carga en diversas regiones, teniendo un incremento del 1.4 por ciento en comparación con el 2023 durante el mismo periodo.
Esto quiere decir que se registraron alrededor de mil 713 robos de carga por mes, lo que es igual a 57 robos por día.
A Miguel, los asaltantes le dieron dos disparos y lo arrojaron a las vías del tren, dándolo por muerto y huyendo con el botín. Él sobrevivió, aunque perdió la movilidad de las piernas.
La trágica situación lo obligó a enfrentarse a una vida de dependencia y desespero, lo cual se agravó cuando su esposa lo abandonó a causa de su discapacidad, llevándolo a una fuerte depresión y a refugiarse en las drogas y el alcohol; incluso llegó a vivir en las calles.
Después de unos años de tocar fondo, Miguel decidió afrontar la vida con determinación y aceptó acudir a un centro de Alcohólicos Anónimos para reconocer su adicción. Actualmente tiene 27 años sobrio.
“Llega un momento en el que uno ya no aguanta de tanta droga, de tanto alcohol, le eché la culpa a Dios muchas veces, hasta que le pedí perdón y ayuda, llegué a un grupo de Alcohólicos Anónimos, de eso hace 27 años y desde entonces me he mantenido sobrio”, relató.
Al superar su adicción, como símbolo de superación, voluntad y resiliencia, buscó salir adelante ganándose unas monedas vendiendo pan, tamales y volovanes por las calles.
Esto lo llevó a tener que aprender a reparar su silla de ruedas, pues a través de ella podía moverse. Ahí se dio cuenta del talento que tenía para la tapicería y herrería.
“Yo arreglaba mi silla de ruedas, veía que estaba fácil esto. Aquí buscamos como ayudar al discapacitado para que se siente cómodo en su silla de ruedas. Lo que tiene la silla de ruedas es que se pandea con el tiempo y muchas veces las pompas se quedan pegadas a las tijeras de fierro y lastiman”, explicó.
Con orgullo resalta que esa habilidad que tiene fue la que lo salvó de volver a caer en las adicciones, al igual que sirvió para ver la vida de otra manera, tanto así que decidió poner su propio taller con el objetivo de ser ejemplo de superación para otras personas que pasen por la misma situación; además de que sirvió para empoderarse así mismo.
Miguel Ochoa Guzmán se dice agradecido con la clínica Paul Harrys, quien creyó en él y le brindó un espacio adaptado para poder desarrollar sus habilidades, convirtiéndolo en su taller.
“La escuela de la vida”, como así le llama Miguel, lo ha vuelto un experto en su oficio, pues no solamente repara sillas de ruedas, ya que también su taller es un lugar de inspiración y esperanza para las demás personas.
“Realizo trabajos de soldadura, reparación, cualquier trabajo para reparar aparatos de personas discapacitadas. Hasta el día de hoy hay desconfianza con algunas personas que vienen, pero el trabajo es lo que va hablando por uno”.
Sin importar sus limitaciones físicas, Miguel realiza su trabajo con pasión y orgullo, pues también ofrece una espacio de apoyo para aquellos que lo necesitan.
Miguel admite que los ingresos por realizar esta actividad no son fijos y altos, pues todo depende a las refacciones y materiales que se necesiten, sin embargo, su principal función es ayudar a los demás.
En la actualidad, una silla de ruedas ronda entre los 5 mil pesos aproximadamente, sin embargo, las piezas tienen un costo más alto que no se encuentran con facilidad.
Con una sonrisa sonrojada, comenta que algunas personas que acuden a su negocio, lo ven como el vivo ejemplo de que la capacidad humana puede convertir una situación desgarradora, y en ciertos casos insuperable, en un acto de triunfo.
Es tan reconocido su trabajo, que actualmente tiene clientes que llegan de otras partes del país para solicitar su ayuda, pues las diseña con características especiales para que se adapten a la silla.
Su taller se localiza en la avenida Miguel Ángel de Quevedo, entre Urbina y López Velarde, a unos metros de la plaza Las Palmas, en Veracruz.
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