Ni la lluvia mañanera ni el cielo nublado detuvieron a los paseantes domingueros en la ciudad de Veracruz, para visitar el Malecón, ya sin el sol del sábado, que fue calcinante.
Agradecieron el cielo nublado pues aunque admitieron que les gusta el sol, señalaron que el día anterior, sábado, el calor fue excesivo
Caminantes natos, como se asumieron, se decían encantados de estar en una ciudad como Veracruz, a orillas del mar.
Por momentos se formaban multitudes y después se reducían.
Los vendedores de ropa típica les ofrecían sus confecciones, al igual que quienes hacen trenzas y los vendedores de gorras.
Pero lo que ellos querían era quitarse la cruda derivada de la borrachera sabatina y esperar el concierto dominical y el paseo nocturno de carros alegóricos y comparsas, para disfrutarlos con una buena cerveza.
"Quiero quitarme la cruda", vociferaban jóvenes con acento del Altiplano.
Otros observaban y apuraban el paso.
Reconocieron que Veracruz es una ciudad única y dijeron que volverán.
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