La Iglesia de Santa Ana se consolida como un espacio no sólo para la fe y la comunión con Dios, sino también para detonar la fortaleza de sus feligreses y apoyarlos a crecer como personas capaces de superarse y salir adelante, aseveró el párroco Guillermo Arturo Ramírez Martínez.
A poco más de un año de haber llegado a esa parroquia en Boca del Río se dice convencido de que es importante auxiliar a las personas más pobres y desprotegidas, pero también es necesario impulsarlas a superarse a sí mismas.
Cada mes otorgan entre mil a mil 500 desayunos, así como 250 despensas en promedio, porque aún hay mucha necesidad y pobreza, muchas familias que ya no se recuperaron de los estragos de la pandemia del Covid.
No obstante, busca impulsar talleres de actividades para que las personas aprendan un oficio que les permita ganar unos pesos para atender otras necesidades.
“Al necesitado se le da el que pueda hacer zapatos, que pueda hacer chanclas, que pueda hacer pizzas, que pueda sobrevivir. Estamos dando talleres para alimentos, para hacer pizzas, para hacer zapatos, para hacer bolsas, para poder subsistir: no sólo dar el pescado sino enseñarle a pescarlo. “Ésta es la nueva cara de Casa Santa Ana: la formación para recibir instrucción y formación para recibir algo y que subsista la persona. Los talleres para hacer cosas ya se están aplicando”, resaltó Ramírez Martínez.
El párroco dejó en claro que no se dejará de apoyar a las personas más pobres y desprotegidas; lo que se busca es otorgar herramientas a quienes lo deseen, para tener posibilidad de mejorar su situación. Lo que nunca se hará es cerrarles las puertas, recalcó el sacerdote.
Otra actividad que se promoverá, pero para feligreses en otra situación, son cursos no en oficios sino en áreas del saber, para quienes tienen niveles educativos de Preparatoria en adelante: diplomados en áreas como Teología y Filosofía.
El párroco Guillermo Arturo Ramírez se refirió brevemente a los migrantes y aclaró que por Boca del Rïo no pasan tantos como por otros municipios, pero cuando acuden a la iglesia los atienden.
Dejó en claro que sólo son de paso y no llevan intención de quedarse, pues muchos huyen de la inseguridad.
“Pocos, por el día, porque los persiguen. Y su fin no es aquí, nada más pedir, les damos de comer, les damos de vestir, los albergamos una noche y se van.
“Y en un albergue es más delicado porque se necesitan muchos permisos y se manejan vidas y salud.
Entonces ahorita Casa Santa ahorita asiste y soluciona el día a día de mucha gente”, precisó el sacerdote.
Guillermo Arturo Ramírez llegó a la Iglesia de Santa Ana el 28 de julio de 2022, es decir hace poco más de un año y se siente profundamente comprometido con la feligresía y los sectores más vulnerables de Boca del Río y los alrededores.
“Es algo maravilloso en el que tú sirves.
Casa Santa Ana es la proyección social de la fe. Lo que las parroquias tenemos como tarea es formar cáritas; aquí se formó como esta casa como Cáritas Parroquial, y Casa Santa Ana ha venido creciendo pero ahora le falta desarrollo: es grande pero le hace falta todavía el desarrollo, que quiere decir quizá proponer talleres de formación, talleres de producción, algo maravilloso en el que tú sirves”, subrayó.
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