Centenares de amigos y seguidores del futbolista Diego ‘el Puma’ Chávez le dieron el último adiós en el fraccionamiento Floresta, hasta donde llegó su cuerpo.
No lágrimas, dijo alguien.
Y todos encendieron luces y corearon su nombre, entre aplausos y porras.
Desde el anochecer sus amigos y seguidores llegaron a la funeraria ubicada en el fraccionamiento Floresta, al sur de la ciudad de Veracruz, para despedirlo más que con llanto, con música, batucada, coros, y luces de fuego, antorchas que iluminaron a la procesión en las calles del Floresta.
Sus amigos ondeaban posters con su figura, sin dejar de aplaudir.
“Olé olé olé olé, olé olé!”, coreaban mujeres, hombres y niños, mientras las percusiones marcaban el ritmo.
Más que un duelo, parecía un encuentro con su amigo, entre el frenesí de las percusiones y el baile de los amigos de El Puma.
El rugido del puma ya no se escuchó. Lo opacaron los cantos de sus seguidores y admiradores.
Hasta siempre, se escuchaba muy bajito.
Pero ya no se escuchó el rugido de respuesta.
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