El compromiso de ser artista: Donald Sutherland

El trabajo de los histriones en cine es muy admirado. Lo mismo en el teatro y en la pantalla chica. Casi siempre como espectadores nos vamos a sentir satisfechos con algún rol en específico de nuestros actores favoritos. En cualquier medio visual, el desenvolvimiento de quienes están inmersos en este trabajo, nos deleitan y hay quienes buscamos ver una vez y otra una película o serie de nuestro agrado.

Recientemente murió el actor de origen canadiense Donald Sutherland, es difícil no conocerlo. Cine norteamericano, fuera y dentro de Hollywood, lo hizo uno de los favoritos del público: Doce al Patíbulo, Klute, Gente Común, Maleficio, Dont look now y Juegos del hambre.

Sutherland también realizó filmes con directores europeos, entre ellos Fellini (Casanova) y con Bertolucci (1900). Asimismo, hizo clásicos: Moby Dick, Orgullo y Perjuicio. La Isla del Tesoro, además de ser un actor de teatro con una voz singular.

Con intensas horas de aportación a la dramaturgia y a la comedia, Sutherland se dijo al final de sus días un hombre feliz y en reconocidas entrevistas se definió como un artista y por ello un hombre comprometido con tal concepto.

 Su trabajo de larga trayectoria lo avaló y en la película el Viaje de sus vidas al lado de Hellen Mirren, subraya esta afirmación.

Una pareja de adultos mayores emprende un viaje, una aventura última en un viejo vehículo, ella tiene cáncer terminal y él un maestro universitario retirado con Alzheimer.

En este periplo vuelve encontrar el amor y el respeto por la vida conyugal y una decisión drástica terminan juntos sus vidas, en un romántico pero drástico suicidio.

En El viaje de sus vidas el compromiso de Sutherland y Mirren queda plasmado, el desempeño del actor es arte y compromiso, pese a la edad y circunstancias adversas. Varios histriones a lo largo de sus carreras lo ha y lo siguen demostrando:  Judy Dench, Anthony Hopkins, Robert Duval, Vanessa Redgrave y la propia Mirren, poniendo en alto el oficio de actor, la vida gira, para ellos a guisa de vértigo como intérpretes y para nosotros como incansables espectadores.