Cuando se dicen verdades a medias, atrás de éstas pueden esconderse mentiras completas.
Asistí a una conferencia donde el expositor mencionaba emocionado los incrementos históricos al salario mínimo otorgados durante este sexenio, situación que desde luego cuestioné, porque hubo ocasiones donde los aumentos fueron mayores y la situación de los trabajadores jamás mejoró, simplemente porque los incrementos por decreto basados en ocurrencias políticas y sin un estudio previo que los justificara, dispararon la inflación a niveles no vistos antes.
Veamos los datos actuales: Del año 2018 al 2024 los salarios mínimos aumentaron de $88.00 diarios a $249.00 por día. Un incremento del 182%. Esto es solamente una ilusión por dos razones: En el año 2018 el salario mínimo era una simple referencia teórica, porque nadie trabajaba por menos de $130.00 o $150.00 al día. Si comparamos los $249.00 de ahora contra los $130.00 de entonces, el salario actual ha subido el 91.5%, pero la inflación también se ha disparado una barbaridad, por más que el INEGI insista en que sigue siendo baja. Presumir los aumentos de salarios sin antes descontarles la inflación, nos lleva a conclusiones alegres y erróneas.
Basta con ir al supermercado para ver lo que han subido de precio los artículos de primera necesidad. Del 2018 al 2024 muchos precios se han ido al doble. (Jabones, desodorantes, leche, tortillas, pan de caja, frutas, verduras, galletas, refrescos, agua embotellada, etc. etc.)
Quiero decirles que resulta muy fácil desde un alto cargo burocrático ordenar un aumento al salario mínimo basándose en la necesidad de ser popular para ganar elecciones. El problema no es para quien inventa desde la cúspide del poder el nuevo salario a pagar, porque el recurso necesario para cubrirlo no sale de su bolsillo, sino del de los demás. Lo verdaderamente complicado resulta ser para quien tiene que buscar cómo pagarle dicho incremento a sus colaboradores sin tener que cerrar su empresa por incosteable o sin despedir a una parte de los empleados para que sobreviva el negocio, porque los ingresos que obtiene no le alcanzan para pagar los aumentos. Al ser los salarios parte importante de los costos, dichos incrementos deben repercutirse en los precios, porque nadie va a trabajar, invertir ni arriesgar para salir perdiendo.
Si se pagan salarios más altos y se sigue produciendo lo mismo o incluso menos, lo único que se logra es que los precios aumenten de manera generalizada y desproporcionada. A eso se le llama inflación y ésta es uno de los mayores males que aquejan a cualquier nación, porque terminan afectando a los que menos tienen. La gente gana más, pero cada vez le alcanza menos. Quien tenga duda de esto voltee a ver a Venezuela donde los salarios aumentan 50% cada vez que quiere Maduro y a pesar de esto no hay gran cosa que comprar y lo que reciben la mayoría de los venezolanos no les alcanza ni para comer.
Si los aumentos salariales fueran la solución a la pobreza, bastaría con que subieran en México el salario mínimo a mil pesos diarios para que todo el mundo saliera de pobre. La realidad es que con un salario de mil pesos al día la inflación se iría a las nubes y se generaría una intensa carrera precios y salarios, donde históricamente siempre ganan los precios.
Ya vivimos este fenómeno en los años 80s del siglo pasado donde llegamos a tener una inflación anual del 170%, por la equivocada política populista del gobierno de López Portillo. En esa época los salarios mínimos subieron de $67.26 / día a $318.28 diarios. El aumento fue de 373% y sin embargo siguió existiendo pobreza, porque cualquier aumento salarial sin mejorar a la par la productividad es veneno puro para la economía. Hubo en dicho sexenio mayores aumentos que los otorgados en el actual, pero de nada sirvió pagar salarios más altos a los trabajadores si ese dinero cada vez tenía menor poder adquisitivo.
La verdadera solución es producir más para que por cuestiones de escala los precios bajen, seamos más competitivos en nuestro comercio exterior y logremos que a los mexicanos nos rinda más nuestro dinero. La bonanza que provocaría la mejora en la productividad haría que la gente recibiera sueldos más altos, sin provocar inflación ni arriesgarnos a otra devaluación.
Ya es tiempo de que aprendamos las lecciones que la historia nos enseña, para no seguir cometiendo los mismos errores y continuar creyendo los mismos cuentos chinos que con frecuencia pretenden vendernos algunos políticos.
Otro dato relevante: Se calcula que tan solo en el sexenio que está por terminar 1.5 millones de mexicanos se habrán ido del país ante la falta de oportunidades. Casi medio millón más que en el sexenio pasado. Esa es la triste realidad.
De no cambiar nuestra manera de pensar y de actuar, cada vez será más difícil salir del estancamiento.
¿No les parece a Ustedes?
Muchas gracias y buen fin de semana para todos.
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