“Lo que preocupa es que la globalización esté produciendo países ricos con población pobre”. Stiglitz, (2006, Cómo hacer que funcione la globalización).
La tecnología ha sido un motor fundamental en la aceleración y expansión de la globalización, transformando no solo las economías, sino también las estructuras sociales, culturales y medioambientales a nivel mundial.
En este sentido se destaca cómo los desarrollos en tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) han revolucionado la forma en que las empresas operan y compiten en el mercado global. La digitalización, el internet y las tecnologías móviles han permitido una conectividad sin precedentes, facilitando el comercio internacional, la transferencia de datos y la colaboración a larga distancia. Las tecnologías han reducido significativamente los costos de transacción y han eliminado barreras geográficas, permitiendo a las empresas acceder a mercados globales con mayor facilidad.
Un punto central es el impacto de la tecnología en la productividad y la eficiencia. La automatización y la inteligencia artificial (IA) han mejorado los procesos de producción, permitiendo a las empresas producir más bienes a menor costo y con mayor rapidez. Sin embargo, también se advierten las implicaciones laborales de estos avances, ya que la automatización ha desplazado a muchos trabajadores, especialmente en sectores manufacturero y de servicios. Esta alteración tecnológica ha generado desafíos en términos de empleo y desigualdad económica, aspectos cruciales de abordar mediante políticas públicas adecuadas.
Las tecnologías también han influido en las cadenas de suministro globales. Las innovaciones en logística y gestión de inventarios han optimizado la eficiencia de las cadenas de suministro, permitiendo una mayor flexibilidad y capacidad de respuesta a la demanda del mercado. No obstante, esta interconexión ha hecho a las economías más vulnerables a perturbaciones globales, como se evidenció durante la pandemia de COVID-19.
En el ámbito financiero, las tecnologías financieras han transformado los sistemas bancarios y de pagos, han democratizado el acceso a servicios financieros, especialmente en regiones subdesarrolladas, al ofrecer soluciones innovadoras que no dependen de la infraestructura bancaria tradicional. Sin embargo, también subraya los riesgos asociados, como la ciberseguridad y la regulación de estas nuevas plataformas.
Finalmente, respecto a las repercusiones culturales de la tecnología y la globalización económica, la difusión de tecnologías ha facilitado el intercambio cultural y de saberes, muchos de ellos relacionados con el cuidado de la naturaleza, por lo que han promovido una mayor comprensión entre diferentes pueblos. No obstante, también advierte sobre el riesgo de homogeneización cultural y la pérdida de identidades locales.
En conclusión, la tecnología ha sido un catalizador clave en la globalización resaltando tanto sus beneficios como sus desafíos. Es necesaria la implementación de políticas equilibradas que maximicen las ventajas tecnológicas mientras mitigan sus impactos negativos, promoviendo un desarrollo económico más inclusivo, sostenible y consciente del medio ambiente.
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