Cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) divulgó, en la segunda semana de julio, su convocatoria para la selección del dirigente nacional que estará en funciones desde 2024 hasta 2028, se sabía de antemano que las condiciones estaban diseñadas para favorecer la reelección de Alejandro Moreno Cárdenas.
El exgobernador de Campeche se perfila para un segundo mandato al frente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, dado que se habían modificado previamente los estatutos, en un proceso exprés y a puerta cerrada, para permitir la reelección.
En el interior del PRI, los órganos directivos están en manos de “Alito” Moreno, quien ha ajustado los estatutos y normas internas a su conveniencia.
El partido atraviesa su peor momento desde su fundación en 1929; nunca antes había tenido tan escasa relevancia en el escenario político nacional y estatal, y nunca había estado tan cerca de la amenaza de perder su registro.
El PRI ha visto partir a figuras destacadas; algunos personajes han optado por retirarse, otros se han refugiado en otros partidos, y unos pocos han elegido resistir internamente. Exdirigentes nacionales como Pedro Joaquín Coldwell y Enrique Ochoa, impulsados por Dulce María Sauri y Manlio Fabio Beltrones, han impugnado la convocatoria ante el Tribunal Electoral, con el objetivo de suspender el proceso debido a las irregularidades cometidas por el grupo de Alejandro Moreno, que ocupa el CEN desde agosto de 2019.
Es muy probable que, si no prosperan los recursos de impugnación presentados por sus opositores, Moreno Cárdenas continuará al frente del partido, ya que en la contienda interna no existe una oposición real, sino solo pequeñas voces que actúan como comparsas en el carnaval priista.
La situación interna ha contribuido a una crisis en el tricolor, agravando la percepción de declive y pérdida de relevancia del partido. El PRI, que en su momento fue una fuerza dominante en la política mexicana, enfrenta ahora una significativa disminución en su influencia y en su capacidad para atraer a nuevas figuras y simpatizantes.
En Veracruz, la situación no es diferente y el panorama no podría ser peor: un comité estatal sin representatividad y carente de capacidad de interlocución; un partido en declive cuyos principales activos prefieren distanciarse.
Algunos exdirigentes estatales y operadores clave ahora están vinculados a Morena o al Partido Verde, en el retiro político o en la banca… parece que cuanto más lejos del PRI, mejor.
Hablé con un exdirigente del PRI-Veracruz sobre el momento que enfrenta el partido en la actualidad; la expresión no podría ser más reveladora: “Ya no me interesa lo que pase con el PRI… ‘Alito’ y compañía pueden hacer lo que quieran… que se queden con su partido de cuatro militantes”.
En este contexto, el PRI enfrentará las elecciones locales de 2025, cuando en Veracruz se renovarán los 212 ayuntamientos. El pronóstico no es alentador para un partido que en el pasado, era considerado una aplanadora electoral y ahora se encuentra naufragando en un mar de mediocridad.
@luisromero85
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