La reciente jornada electoral en México ha dejado un sabor agridulce y, en algunos casos, amargo.
La autopsia a pasado proceso electoral, sigue arrojando un gran número de datos en muchos sentidos ¿o sin sentido?
Uno que parece escalofriante, es que a todas luces hay indicadores que hacen ver que la violencia en el país se ha normalizado.
Donde ya nadie se asusta de desmembrados, calcinados o desaparecidos y no hay castigo para quien debería ser el responsable de la tranquilidad del pueblo.
Morena, el partido que aplastó a la oposición en el pasado proceso electoral, logró una contundente victoria en 34 de los 36 municipios donde se registraron asesinatos de candidatos.
Este triunfo, que podría ser visto como una muestra de la fuerza del partido, se ve empañado por la oscura sombra de la violencia que ha manchado el proceso electoral.
Es alarmante que, en lugares como San José Independencia, Oaxaca, Morena haya obtenido un abrumador 81% de la participación ciudadana en un contexto donde la violencia electoral fue particularmente intensa.
Este municipio, con dos mil 157 votos de un listado de dos mil 470, destaca no solo por la cantidad de votos, sino por el contexto en el que se llevaron a cabo estas elecciones.
La oposición, en contraste, apenas logró 240 votos, lo que resalta aún más la hegemonía de Morena en medio de una atmósfera de intimidación y violencia.
Aquí otro ejemplo:
“El priista Julián Bautista Gómez, buscaba la reelección al frente de la alcaldía Amatenango del Valle, Chiapas, el martes 9 de abril fue interceptado por un grupo de personas armadas que lo ejecutaron.
El municipio logró una participación ciudadana del 71 por ciento, siete mil 457 personas salieron a votar, de ellas cuatro mil 99 a favor de Morena y sus aliados, y apenas 677 por la coalición PRI-PAN-PRD”.
El recuento es escalofriante: durante el día de la jornada electoral, hechos de violencia e intervención del crimen organizado se reportaron en 19 entidades federativas, abarcando un 59% del país.
Este panorama de miedo y descontrol incluyó el asesinato de 42 personas, la suspensión de la instalación de 114 casillas debido a amenazas, balaceras, intimidaciones y la presencia de grupos armados. Además, se quemaron seis urnas, se robaron 33 y se reportaron cinco secuestros.
Estas cifras no solo son un reflejo de la violencia en varios puntos del país, sino también un indicativo de que parece que todo es normal ya.
La victoria de Morena en estos municipios no debe ser simplemente celebrada como un triunfo político, sino que debe ser vista como un llamado de atención urgente.
La democracia no puede florecer en un terreno abonado con miedo y sangre.
Sin embargo, el electorado decidió que todo está bien, que la sombra de la violencia, ya es parte de nosotros.
Al final del día, la presunta leyenda urbana de que el sur Veracruz, y en especial Coatzacoalcos, son el bastión de Morena y el mayor nido de votos que el electorado podría darle a Rocío Nahle García el pasado 2 de junio, se convirtió en realidad.
Fueron los distritos de Acayucan, Coatzacoalcos I y Coatzacoalcos I, los que aportaron más sufragios a la causa de la gobernadora electa, de acuerdo a datos obtenidos por el reportero Heder López.
En una elección donde la oposición consideraba que sería ‘competida’ o al menos pudieran sufrir una derrota mínima frente al morenismo. La caída de Pepe Yunes y sus candidatos fue estrepitosa.
Cada día es más claro que el sur de Veracruz y en especial Coatzacoalcos son la fuerza del morenismo en Veracruz.
joluperezcruz@hotmail.com
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