Existen en el mundo real políticos honrados y capaces cuya actuación eficiente le hace mucho bien a la comunidad. De éstos hay pocos. También tenemos un grupo más o menos numeroso que hacen un trabajo mediocre, porque nunca han administrado ni dirigido nada. Van a un determinado cargo a pasarla bien y a disfrutar de las mieles del poder. Terminan su gestión con una calificación bastante baja porque lo que intentaron hacer bien les salió mal y el mal que causaron, les salió bastante bien.
Lo verdaderamente grave es que existe también un numeroso grupo de quienes ven a la política como un negocio lucrativo que les permite con la simple asignación de contratos de obra pública, compras a precios inflados y el otorgamiento de concesiones, llegar a cobrar comisiones y chanchullos de diversa índole que les permiten en tan solo 3, 4 ó 6 años lograr una fortuna que ni en una vida entera de trabajo honrado hubieran podido acumular.
Estos últimos afirman sacrificarse por el pueblo, al que le endulzan el oído hablándoles de todos los derechos que tiene, sin mencionarle las obligaciones que los susodichos derechos conllevan. Se auto asignan estos políticos sueldos bajos intentando mostrar así moderación, prudencia y austeridad; cuando en realidad el pago que reciben vía nómina es lo de menos. Podrían incluso no cobrar nada y aún así ganar bastante dinero, ya que sus verdaderos ingresos son los que reciben por debajo del agua como producto de una corrupción rampante que parece no terminar nunca y menos castigarse con severidad.
Para continuar en el poder o en el cargo son capaces de todo. Desde hacerle la barba a los de más arriba, hasta aplastar a quienes les pueden hacer competencia. ¿Qué se puede esperar de quienes antes de entrar a la política vivían modestamente con un raquítico sueldo, habitaban una casa pequeña en una colonia alejada y mandaban a sus hijos a la escuela pública?; Si de repente como legisladores reciben de 150 mil pesos mensuales para arriba y la posibilidad de que mediante relaciones e intercambio de favores con otros políticos acomoden a toda la parentela en la nómina del gobierno.
Acostumbrados pronto a vivir muy bien con los altos ingresos que a veces incrementan con otros de dudosa procedencia, harán hasta lo imposible por no perder el hueso que les cambió la vida. Ya no viven en la colonia. Se cambiaron a un fraccionamiento residencial y mandan a sus hijos a escuelas particulares. Si se les hiciera una investigación a fondo, se vería que las propiedades adquiridas por ellos y puestas a nombre de los parientes, compadres y hasta del perico o del perro de la casa, no cuadran con los ingresos que oficialmente reciben.
Eso no es lo más grave. Lo verdaderamente crítico es que una parte importante de los ciudadanos ve ese modus vivendi como normal. Será por indiferencia, por desconocimiento o porque en el fondo aspiran a que algún día ellos puedan estar en un cargo similar, donde haya poco trabajo y tengan ingresos que jamás soñaron.
La verdad es que este sistema nocivo en que estamos inmersos ha hecho que muchas personas vean con cierta normalidad que ciertos políticos nos roben, provocando el rezago del país e impidiendo que la población tenga servicios públicos dignos.
Incluso, paradójicamente se llega al extremo de que quienes peor fama tienen de saqueadores del erario son los que de manera inexplicable y casi sobrenatural ganan las elecciones. Algunos de ellos no solamente son ladrones, sino que también han sido un desastre en los cargos anteriores que han tenido.
O vivimos en el mundo al revés donde los valores están invertidos y lo malo se convierte mediante el discurso y la propaganda en bueno o somos de verdad un pueblo de masoquistas al que le gusta que lo roben y maltraten.
Mientras el pueblo “bueno” no cambie, carezca de criterio y de conocimientos elementales para poder discernir, seguiremos colocando en los puestos de mando a quienes nos “regalan“ cosas pagadas con nuestro propio dinero.
¿No les parece a ustedes?
Muchas gracias y buen fin de semana.
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