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Por José Manuel Melo Moya
Columna:

China, Tocqueville y la expectativa de la insurrección

2022-12-09 | 05:35 p.m.
China, Tocqueville y la expectativa de la insurrección
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Una decena de fallecidos al interior de un edificio departamental en el poblado de Urumqi, capital de la región autónoma de Xinjiang en China, fue el detonante para que el pasado 25 de noviembre (un día después de la tragedia) diera inicio una serie de manifestaciones públicas -a lo largo y ancho de este país- en contra del gobierno de Xi Jinping y su opresiva estrategia para contener la propagación del virus SARS-CoV-2.

El incendio de un conjunto habitacional, cuyos accesos se encontraban bloqueados (en cumplimiento a los protocolos de confinamiento requeridos por la política sanitaria “cero-covid”), fue la ocasión para que millones de habitantes -de todo el país- pudieran dar salida al malestar que, en los últimos tres años, les ha ocasionado un recurrente desempleo, aislamiento, hambre y el rápido deterioro de sus condiciones de vida.

Manifestaciones públicas que rápidamente alcanzaron la capital del país, Beijing, y su centro económico de mayor importancia, Shanghái. China, se dice en los principales medios informativos (nacionales e internacionales), parece estar viviendo una segunda edición de aquella movilización que en el año de 1989 congregó a miles de ciudadanos chinos (en la plaza de Tiananmén) para exigir mayores libertades y derechos democráticos.

Si bien, es muy cierto que estas manifestaciones han derivado en la exigencia de mayores libertades, por parte de un importante colectivo ciudadano (particularmente en Beijing y Shanghái), también es cierto que el descontento generalizado en la China del 2022, difiere en magnitud y expectativas a la China de 1989.

Por tal razón, sentenciar que China ha iniciado un movimiento de rebelión que puede culminar en la apertura democrática del país, resulta ser un juicio precoz, temerario y muy inconsistente. En 1989, China comunista había experimentado, por once años, un proceso de apertura, y relajación social, que finalmente sirvió como precedente para la subsecuente reclamación de mayores libertades.

Lo que sucedió en la plaza de Tiananmén, fue en su momento la manifestación -inercial- de una sociedad muy distinta a la que podemos encontrar en China, hoy en día. Una sociedad que tuvo la exclusiva oportunidad de presenciar el arribo del gobierno comunista más condescendiente y abierto de las últimas décadas. La protesta de Tiananmén buscó aprovechar este espacio y hacer cumplir las promesas de prosperidad, libertad y desarrollo que Deng Xiaoping juramentó en 1978. “Emancipar la mente, buscar la verdad en los hechos y unirse en la búsqueda del futuro” fue la declaración con la que este líder sembraba la semilla de un proyecto de nación que sería conocido como la “política de puertas abiertas” (Durante el XI Comité Central del Partido Comunista de China).

Lo que sucede en la China de estos días, responde a una mecánica con nítidos contrastes a lo que sucedió hace 33 años. En la China del presente, no ha sido el encuentro previo con mayores libertades -como lo fue en Tiananmén- lo que ha propulsado las movilizaciones que iniciaron el pasado 25 de noviembre; su origen, responde a la necesidad de millones de ciudadanos chinos por recuperar el estilo de vida que gozaban antes de la pandemia.

Una mecánica social, diferente entre ambas etapas históricas, que puede entenderse con un mayor detalle si utilizamos como herramienta metodológica el postulado fenomenológico conocido como la paradoja de Tocqueville, y los trabajos sobre la “privación relativa” realizados por el catedrático Ted Robert Gurr.

La paradoja de Tocqueville y la privación relativa de China.

Alexis de Tocqueville, como parte de un obstinado estudio sobre las motivaciones que dan vida a los procesos revolucionarios (un estudio del caso Francés), postuló una máxima que puede ser de gran utilidad para entender lo que por años ha sucedido en China: “La experiencia enseña que el momento más peligroso para un mal gobierno suele ser aquel en que empieza a reformarse” (Alexis de Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución, 1996, p. 256).

De acuerdo con Tocqueville (1996):

la Revolución… no estalló en los países en donde estas (autocracias), mejor conservadas, hacían sentir al pueblo con más fuerza y molestia su rigor, sino por el contrario en aquellos en que eran menos rigurosas; de tal suerte que su yugo parecía más insoportable donde en realidad era menos pesado.

Para Tocqueville, a medida que una sociedad reprimida goza de mayores libertades y bienestar, mayor será su nivel de insatisfacción y proclividad para promover la rebelión: Paradoja (o efecto) de Tocqueville.

La manifestación en la plaza de Tiananmén en 1989, bien podría encontrar una justificación a través de esta paradoja. Cuando el gobierno de China reprime con violencia -exacerbada- esta concentración, los manifestantes involucrados ya gozaban, en ese momento, de un mayor nivel de bienestar y cierto grado de libertad (en el último cuarto del siglo XX muchos trabajadores y campesinos en China fueron dotados, por su gobierno, de garantías para organizar y auto gestionar la formación de nuevas empresas. Algo, no visto en aquel país hasta ese momento).

Podríamos considerar, de acuerdo al pensamiento de Tocqueville, que fue en su momento de mayor relajación, cuando el autoritarismo chino promovió en su comunidad una mayor insatisfacción, y con ello el subsecuente intento de rebelión. La forma en que culminó este acontecimiento (con miles de muertos), y las posteriores concesiones económicas, que el gobierno chino desplegaría en masa (privatizaciones a modo), podrían reforzar esta hipótesis.

En el presente, con notorio contraste, no existe una generación de ciudadanos chinos que pueda estar registrando un avance significativo en sus niveles de libertad. La China del siglo XXI ha estado privada de conocer mayores libertades que aquellas conocidas por la “generación de Tiananmén”.

Si bien, hoy en día, la sociedad de China asume un horizonte de mayor bienestar y confort; esta posición, debe atribuirse al rápido crecimiento económico que ha presentado la China post-Tiananmén, pero sobre todo, al acceso de productos informativos que, día con día, informan a los ciudadanos chinos sobre los privilegios democráticos que gozan otras sociedades.

Ted Robert Gurr, como parte de sus estudios sobre la revolución y violencia política, aborda un tema que es de sustantiva importancia para complementar el pensamiento de Tocqueville. En su libro “Why Man Rebel”, este autor nos habla sobre cómo las colectividades pueden movilizarse violentamente en respuesta a su grado de “privación relativa”.

La “privación relativa” se refiere al nivel de frustración que una sociedad puede alcanzar, al ver incumplidas sus expectativas de mejora. Sin embargo, solo aquellos que han logrado previamente incrementar su nivel de bienestar, son los que serán capaces de establecer dichas expectativas de mejora. Y, “si la gente no tiene mayores expectativas sobre lo que puede alcanzar, ellos estarán más conformes, o simplemente agradecidos de preservar lo que ya tienen” (Como se cita en Ted R. Gurr, 1996, p. 24)

China del presente, en su gran mayoría, no conoce un punto de referencia con el cual establecer mayores expectativas -sobre los derechos y libertades que ya posee-. Un punto de referencia que si conoció la China de Tiananmen, cuando vio aniquilar con sangre sus expectativas de mejora.

¿Qué sucederá en la China del presente?

El gobierno de Xi Jinping anunció esta semana lo que puede considerarse como el mayor repliegue de la política sanitaria “cero-covid”. Una acción del aparato estatal de China que parece venir acompañada con una menguante insatisfacción social. Este país, tendrá la oportunidad de propulsar una importante y necesaria reactivación económica, pero estará acompañada de lo que se prevé será un incremento en los casos de COVID. (Esta semana, China ha registrado más de 30 mil casos por día). Ver: https://www.nytimes.com/interactive/2021/world/china-covid-cases.html?referringSource=articleShare

China, no ha iniciado una movilización, hasta el momento, del tipo que culmina con una insurrección. Queda claro que el objetivo de la gran mayoría de los manifestantes (que se han congregado en las calles desde el pasado 25 de noviembre) ha sido en todo momento preservar los derechos y garantías que les estaban siendo arrebatados; no luchar para hacer valer unas expectativas que, por lo visto en estas dos semanas, parecen no ser universales.

 Xi Jinping, conoce el riesgo del que habla Tocqueville; por tal motivo, está consciente que su capacidad para hacer creer a sus gobernados que no merecen tener mayores expectativas, finalmente cederá. Una realidad que tarde o temprano alcanzará a la China comunista.

 José Manuel Melo Moya.

Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma Metropolitana. Ganador de la “Medalla al Mérito Universitario”.

Posee diplomados en análisis económico, inteligencia y estudios prospectivos por la Organización de los Estados Americanos (OEA), Escuela de Inteligencia Antidrogas (Colombia) y la UNAM.

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