El ego, que en latín significa “Yo”, es esa instancia psíquica que nos permite reconocernos y tener una imagen de nosotros mismos. Incluso, en la mitología griega, es un escudo hecho con el cuero de una vaca que protegía a Zeus. Así que si queremos verlo de esta forma, es posible, porque en definitiva el ego es un sistema de defensa que va a permitir protegernos y adaptarnos a este mundo.
Cuando vivimos comparándonos constantemente con los demás, estamos dominados por las mañas del ego para sobrevivir. La sociedad constantemente nos está diciendo que hay una o unas imágenes predeterminadas que debemos ser para alcanzar el éxito, la fama, el dinero, etc. Entonces nos esforzamos para formarnos una imagen de nosotros que el sistema nos dice que podemos irradiar y si no las vemos cumplir nos sentimos fracasados.
Pero inmolarte por esa idea que tienes de éxito te está llevando a la infelicidad. Hay personas que tratan constantemente de demostrar lo buena que son, lo inteligente que son, lo generosas que son. Pero este intento de sostener esta imagen no es amor, es posesión. Es el ego intentando proyectar una imagen que no es tuya, que no te pertenece, porque es imagen construida para satisfacer el exterior. Y estás hipotecando tu vida para lograr ese deseo.
Tu trabajo, tal y como recomienda Virginia Gawel, debe ser siempre tratar de domesticar tu ego. Esta psicóloga, escritora y conferencista argentina, nos recuerda que para eso la filosofía oriental ha sido muy sabia y ha ido en la búsqueda de esto durante milenios. Es un trabajo tan delicado como manejar pólvora y requiere de muchos años, pero es posible lograrlo si mantenemos una mente estable ante el halago y las tentaciones del ego. Practicar el desapego apasionado es la clave e ir gestionando el ego amorosamente, nos permitirá ir saliendo de estas trampas que tienen tiempo socavando nuestras vidas.
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