La persona que actualmente somos no es una que haya surgido de la nada y que esté separada del mundo que nos rodea. A lo largo de nuestra vida, todas las experiencias que hemos vivido –independientemente de si fueron individuales o con más personas– han ido forjando a quien somos hoy. Pero contrario a lo que podemos creer, este Yo con el que nos identificamos no es permanente e incambiable, sino todo lo contrario: todo el tiempo está evolucionando y transformándose. La neuroplasticidad –la flexibilidad del cerebro para adaptarse– lo confirma; tenemos la capacidad de cambiar nuestra forma de ser, sin importar nuestra edad.
Pequeños pasos, grandes avances
Es posible hacer cambios profundos y duraderos a nuestra personalidad, a pesar de que llevemos mucho tiempo sin algún cambio significativo. Psicólogos de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, identificaron que hacer pequeños cambios a la rutina puede derivar en un impacto profundo en la personalidad.
El mayor obstáculo para lograrlo, es que usualmente planeamos nuestros días con base en nuestros hábitos. Es por eso que, en su estudio, hallaron que quienes programaban una actividad diferente con anticipación –por ejemplo: asistir a un voluntariado para quienes quieren volverse más serviciales– notaron cambios significativos en poco tiempo.
El secreto del cambio: la estrategia
Si hacemos cambios radicales en la rutina a la que tenemos costumbre, es muy probable que los abandonemos después de poco tiempo. Se recomienda que para un cambio real, tomemos un enfoque estratégico en el que planeemos la forma en la que, gradualmente, vamos a cambiar nuestro rumbo hacia la dirección deseada. La analogía del barco que se desvía tan solo 1 grado de su destino es ideal: al principio podemos creer que no estamos cambiando nada. Pero más adelante, veremos que estamos en un destino completamente diferente.
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